"Y llegaron unos Magos venidos de oriente: Melchor, Gaspar y Baltasar"

La fiesta de los Reyes Magos. ¿Habrá una fecha que esté más señalada y guardada en el corazón de los niños (y no tan niños) que la del 6 de enero? Seguro que no. El evangelista Mateo en su capítulo 2 que titula Los sabios de Oriente nos narra la llegada de estos hombres que supieron entender que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Salvador y que así había que manifestarlo al mundo entero.

Como educadores en la fe tenemos también que ser capaces de entender y hacer entender a nuestros niños y jóvenes el valor de una fiesta como la que celebra la Iglesia el 6 de enero: Epifanía.

Herodes el Grande rey sumiso a Roma y gobernante en Palestina les convocó a su palacio. La cuestión y la verdera intención era interrogarles sobre ese "Mesías-Rey" nacido que ponía en peligro su trono, aunque la explicación dada a los Sabios de Oriente era el deseo de querer él también ir a adorar al Niño. Los Magos de Oriente no volverán a ver a Herodes quien les mandó una vez vieran estos al niño, le comunicaran dónde se encontraba. Advertidos (en sueño), de que el verdadero deseo de rey Herodes era matar a Jesús, tomaron otro camino para regresas a sus tierras, advirtiendo a José y a María de las intenciones del gobernante.

Y vuelven cada año al hogar de cada uno de nosotros para seguir dando testimonio de que ese niño es el Cristo, "el Ungido", el lleno de Dios.

Interrogantes a tener en cuenta: ¿tres? ¿sus nombres?

Tres. Porque tres fueron los regalos entregados al niño Jesús: oro, incienso y mirra. Tres, porque en su número identificamos la Trinidad reveladora al hombre, de que la vida que poseemos es rica (oro), huele a amor de Dios (incienso) y no tiene final con la muerte (mirra, utilizada por los judíos en los entierros, sustancia resinosa y olorosa de propiedades medicinales) y Dios nos cura de la heridas del pecado precisamente con la entrega de ese Niño.

Ya en el siglo III, Tertuliano (Quinto Septimio Tertuliano, padre de la Iglesia, gran escritor durante la segunda parte del siglo II y parte del siglo III), comenzó a denominarlos como tales. Será en el largo proceso de la Edad Media donde se irá construyendo todos los elementos que dan forma al edificio festivo que hoy conocemos y se les llamará Melchor, Gaspar y Baltasar, extendiéndose su culto por toda Europa.

Sus nombres aparecen en un mosaico de la iglesia de San Apolinar en Rávena, templo del siglo VI. Aparecen adorando al Niño con sus ofrendas y sobre sus cabezas el nombre de los tres: Baltasar, Melcho y Gaspar. Se dice que su aspecto físico con las variables y características que conocemos responden a las razas y continentes entonces conocidas.

Se les llegó a considerar como protectores contra la epilepsia, ya que habían caído ante los pies de Cristo. Sus iniciales G.B.M. se inscribían en las puertas de las casas y de los establos el 6 de enero, días de los Reyes Magos, para proteger a las personas y a los animales de demonios y brujas. El caso es que, el culto a los tres Reyes Magos se fue extendiendo por toda Europa y sus reliquias se conservan en la Catedral de Colonia dentro un sarcófago de orfebrería fechado en torno al 1200. Dichas reliquias eran veneradas por su "capacidad de protección" a viajeros y peregrinos, a causa de la rapides y éxito en su viaje a Belén.

Año tras años su visita a nuestros hogares es la visita de un anuncio y de un reconocimiento: nos ha nacido el Salvador y lo es para gloria de toda la humanidad. Cuando terminan esta tarea cargada de misterio y de asombro, aquella misma estrella que habían visto y les había guiado desde Oriente hasta el lugar donde estaba el Niño, les conduce por todos y cada uno de los hogares de quienes tenemos también la misión de anunciar y manifestar que ese Niño es el Cristo. Que siga siendo esta noche una noche de fantasía y que el gran regalo para este año sea la de la confianza puesta en un Dios que nos ayuda a salid de esta pandemia: feliz noche y feliz Epifanía.

Equipo de la Delegación Episcopal para la Catequesis